Yo no nací insuficiente
Querido diario: Yo no nací insuficiente
Siento la cabeza pesada como si estuviera cargando nubes llenas de agua. La impotencia se traga mis huesos, la ansiedad se come mis dedos con sus uñas, uno por uno, de a poquito. Se me remolinan los pensamientos, los escucho en el fondo del nervio auditivo: “No eres suficiente” “para qué lo haces, sí ni sabes”, “es tan complicado mejor no escribimos nada”, “no va a salir bien”, “¿quién te va a leer?”, “nadie te conoce.” Me pongo tiesa, y echo de menos algo, algo que no sé qué es, y me reconozco incompleta. Dicen que es insuficiencia lo que me quita el sueño y el aire.
Me sacudo como perro, despeino mis chinos, me paro de cabeza sostenida por la pared para que se me salga, pero esos remedios no me han funcionado. Sigue ahí. Sigue en el lóbulo frontal. Me deja quieta, evito, dejo de hacer cosas y hago otras que me alejan de la vida que quiero construir. Y ahí estoy de cabeza, con los pies en la pared y me quito de ahí porque me da culpa no estar haciendo algo “productivo”, y me da hasta vergüenza si disfruto estar volteada y ver el mundo distinto. ¿Acaso hay un mundo distinto?
Yo no nací insuficiente. Yo no nací insuficiente. Yo no nací insuficiente (hay que repetirlo las veces necesarias para recordarlo).
A mí me hicieron sentir insuficiente. Aprendí a sentirme insuficiente desde el momento que adultos y niños se burlaron de mi físico y me echaron en cara la perfección que una niña de 6 años debe tener. Me reconocí insuficiente por haber nacido con doble sistema colector en el riñón izquierdo o cuando no podía sacar solo 10 en mis notas.
Reconocí la insuficiencia cuando tuve que cambiarme a mi misma, ser más extrovertida porque era muy aburrida, cuándo tuve que luchar con mi sentimentalismo y ser más “fuerte”, cuando tuve que aniquilar mi acento para no verme pueblerina, bastante ya tenía con ser prieta.
Después se me acumularon los deberías como un plaga:
Debo ser la mejor estudiante Debo verme siempre bien Debo tener una pareja Debo tener éxito Debo tener hijos pero no tan joven pero no tan vieja pero no pobre pero no es necesario ser rica. No me debo de olvidar de la casa ni del coche ni del trabajo aceptable ni del dinero mucho menos el dinero. Tengo que recordar que no me debe gustar tanto el dinero pero si pero no. No tengo que olvidar hacer cosas extraordinarias salvar al mundo ayudar a la gente acabar con la pobreza y el hambre lograr la paz mundial tener un propósito en la vida. Trabaja trabaja trabaja produce sin descansar. Tengo que viajar conocer el mundo pero tiene que ser en el extranjero así cambia más la vida. Debo ser flaca pero no tanto pero no gorda pero no tan flaca. Debo quererme amarme pero no como soy como el capitalismo quiere (así sin comas, para leerlo de corrido y nos cansemos).
“¿Si no tuvieras que hacer nada extraordinario? ¿Que ser felizmente mediocre fuera admirable?” Nos propone Barbara Perrín.
No quiero escribir obras maestras solo quiero escribir. No quiero hacer cosas transcendentales solo quiero disfrutar a la gente que amo, ver los ojos del esposo, tener a mi lado a mis mascotas, leer los libros que quiero, escribir mucho, escuchar la lluvia caer, de vez en cuando mirar el mar, que mis pies conozcan otros caminos, comer delicioso, tomar mucho chai y regresar a Alvarado algunas veces al año. Hacer de eso mi propósito de vida. Y aprender, sí aprender que mi vida “ordinaria” es EXTRAORDINARIA con sus matices.
¡A la chingada! A la chingada las obras maestras, los propósitos de vida, ser los número uno, a la chingada las ambiciones ajenas. Yo solo quiero vivir tranquila con la aceptación del dolor y el sufrimiento, sin la presión de ser excepcional. ¡Sé que no soy la única!

Foto por: Dooko Tvn en Pexels.
Ante este mundo capitalista que nos dicta siempre querer, consumir y generar más, ante un mundo con un montón de requerimientos y ambiciones, me revelo. Ante un mundo donde el dinero es estar bien, un mundo donde está bien sentir culpa por descansar, por hacer lo que nos gusta, por incluso buscar la paz, la paz cotidiana, me revelo. Ante un mundo donde parece que aspirar a lo básico es un lujo, me revelo. Sí me revelo ante ese mundo, me resisto a seguir lo dictado, lo que otros creen que es éxito. Me resisto a seguir replicando “Querer es poder” “No lo deseas lo suficiente” “No eres feliz porque no quieres” “No te debes rendir” (mierda todos tenemos el derecho a sentirnos mal y a rendirnos).
Esto no se trata de desmotivar a nadie, al contrario de generar alivio y soltar todo aquello que uno tiene cargando que no es nuestro, que es un deber, que es una obligación paralizante. Una invitación a soltar la vida que los otros quieren y buscar la vida que nosotros queremos, una vida donde la felicidad es parte pero también la aceptación del dolor.
Una incitación a vivir genuinamente porque uno se muere.
Mi revolución es descansar, disfrutar sin obligarme, a buscar que sí es lo verdaderamente importante para mí. Mi revolución es recordarme las veces necesarias: Que ya soy suficiente. Que ya soy suficiente. Que ya soy suficiente.
Con amor: Paloma
PD: No olvides que ya eres suficiente.
No olvides dejar tu comentario ¿qué te hizo sentir esta carta?
Te invito a escribirte y si te sientes en confianza puedes enviarme tu escrito palomapalacios@kathartiko.com, yo te leo con muchas ganas.