Cuento: El anillo azul

Espero que este cuento: el anillo azul, sean un acompañamiento para otros que también atraviesan la incertidumbre.

Les voy a contar una historia, de esas que parecen míticas, pero le podrían suceder a cualquiera. En una tierra lejana existió un hombre aventurero que gustaba de recorrer otros mundos y dormir bajo las estrellas, la gente lo conocía como El errante. Era una persona serena, paciente y gentil. Su más profundo deseo era encontrar una compañera con quién disfrutar noches de lectura y música. Había dejado de buscarla hacia tiempo y se convenció de que era mejor dejar de soñarla.

Cuento: El anillo azul

Foto por Paulina Osnaya

Un día caminando por un prado abierto vio a lo lejos una mujer sentada a la sombra de un gran árbol, leía un libro con tranquilidad, el mundo parecía detenido mientras ella daba vuelta a la página, él quiso saber de inmediato su nombre y caminó deprisa hacia ella temiendo fuese un espejismo. Al tenerle cerca se sintió hechizado por los ojos de aquella mujer que juguetona lo invito a sentarse a su lado. Él, como siempre, temiendo a su corazón pensó inventarse una excusa, pero al pasar de las horas, aquella mujer conversadora incansable, le hizo olvidarse del tiempo y él eligió quedarse a su lado.

Amándose con locura al inicio y luego con la serenidad que da el correr de los años, se acompañaron por la vida, recorrieron mundos nuevos y algunos otros conocidos, vivieron aventuras inolvidables. El errante decía amar a la mujer hasta la muerte. La muerte del amor que sentía más no la muerte de él o de ella. Esa aclaración jamás se hizo y sin embargo es tan lúcida y real como solo los enamorados no logran ver. Pero nadie comienza un amor pensando en cuando se terminará, siempre se espera que sea para siempre, por ese deseo de permanencia, el errante y la mujer brillante pasaron varios años juntos, hasta que la maldición que ella llevaba desde su nacimiento se activó.

Una maldición

Las mujeres en la familia de ella cargaban una antigua maldición que las volvía grises, miedosas y apagaba poco a poco su luz. El errante desesperado intentó todos los trucos aprendidos en años de exploraciones, pero nada parecía funcionar, ella se apagaba cada vez más rápido. Fue entonces cuando el errante recordó que existía una piedra azul que decían era capaz de proteger y eliminar cualquier maldición.

Buscó por todas partes, hasta que encontró un par de aretes hechos con esa piedra y se apresuró a obsequiarlos a la mujer quien los uso como un amuleto. Sin embargo, aquella maldición no desapareció, parecía irse y volver impredeciblemente; las piedras azules no tenían el poder de detener su avance, más el amor del errante parecía ser más efectivo, aunque no infalible. Un día en uno de los viajes que solían emprender, uno de los aretes se extravió, lo buscaron incansablemente, pero fue inútil, aquellas joyas quedaron separadas. Ninguno de los dos se dio cuenta del mensaje en aquel hecho, la mujer brillante se limitó a guardar el arete restante como un tesoro.

Un día el errante conoció a un aprendiz de orfebre, su maestro hacia las más maravillosas y mágicas piezas. La mujer brillante encontró una forma de seguir portando aquella mágica piedra prueba del amor que compartía con el errante y el maestro orfebre convirtió el arete en un magnífico anillo.

El anillo

La mujer brillante, fue encontrando la forma de detener la maldición, pero poco a poco esta comenzó a manifestarse en el errante y también él empezó a verse entre selvas oscuras y noches grises. Y como nada es para siempre ni siquiera el amor eterno, un día el errante dejó de amar a la mujer brillante. Asustado, temiendo que ella sufriese más de la cuenta, resolvió alejarla de su lado. Al comprender que ella lo amaba tenazmente decidió decírselo. Le dijo, que había dejado de amarla.

Cuento: El anillo azul

Foto por Paulina Osnaya

Desolada la mujer de ojos brillantes, abandonó su vida transitada, la esperanza y el anillo de piedra azul. Al ver el pequeño objeto en la mesa, el errante se sintió herido, acusándola de no querer los recuerdos que guardaba, ella en un momento de romanticismo y esperanza le arrancó la promesa de que ese anillo volvería a sus manos el día que él descubriera que continuaba amándola.

La mujer comenzó un viaje intentando matar el amor que sentía por el errante, asesinando la esperanza con verdades crueles, repitiéndose una y otra vez que no existía ningún sentimiento por el cual luchar. Comprendió que su guerra era en contra de la maldición que llevaba en su sangre y que sospechaba había contaminado a su amado.

En su viaje conoció a una bruja muy sabia, quien la tomó como aprendiz, con ella comprendió que jamás podría deshacerse de aquel mal, pero aprendió los hechizos necesarios para domarla y mantenerla a raya. En el camino su amor por el errante no hizo más que purificarse y ella lo guardo muy dentro de su ser como el sentimiento más preciado, esperando un día despertarlo, cuando él la amase de nuevo.

Corazón roto

Muchos caballeros intentaron conquistar a aquella dama de ojos brillantes y risa explosiva, a todos ellos los despacho con humor. Con la certeza de que algún día tal vez volvería a enamorarse, pero por ahora solo quería de vuelta su magia.

Una tarde la mujer brillante y el errante volvieron a encontrarse, ella llena de emoción lo abrazó muy fuerte sintiendo que no todo estaba perdido, su astucia de bruja le decía que él aún la amaba y por alguna razón él se negaba a sentirlo. Esas horas juntos parecieron borrar aquellos tiempos difíciles, ella brillando procuró no incomodar a su amado errante y sólo pudo ser la conversadora incansable de siempre. Él la miraba asombrado y confuso, ella percibió aquella veta de amor en sus ojos y por un momento todo parecía como antes.

Al despedirse él le entrego un paquete con sus últimas pertenencias, ella con cuidado revisó el bolso sintiendo en el poder de aquellos objetos algo que ya jamás sucedería. Entre las cosas estaba el anillo de piedra azul, al tomarlo sintió por un pequeño instante que ese amor había vuelto, pero tal como le sucedió a ese amor, el instante se desvaneció. Comprendió que un objeto como aquel, con un significado como el que anunciaba jamás estaría abandonado en aquella bolsa y lloró porque aquella esperanza dormida murió de un zarpazo.

Lloró porque le parecía inverosímil que aquel quien dijo amarla le propinara nuevamente aquel dolor de muerte. Lloró porque tenía el impulso de aventar lejos ese objeto maldito que la hacía sentir que regresaba por el camino transitado hacia el inicio del fin. Sintió un hechizo en aquella piedra y tuvo el impulso de ponerlo nuevamente en su dedo. No. Eso ya no era posible porque nuevamente esa energía estaría rodeándola, pero esta vez no sería el aura del amor correspondido, sería un aura contaminada por el desamor, la ira, la tristeza de tener justo ahí el objeto más preciado que tenía ya sin significado, ya sin razón de existir. Sintió el peso de las promesas. No había ningún amor escondido, ella se había engañado con la gentileza del errante. Él ya no la amaba.

Desesperanza

Por unos días la maldición se activó, lloró odiando a su suerte, al errante, a su mal. Hasta que recordando las enseñanzas de su maestra se sentó en un rincón de la habitación, encendió la vela eterna, respiró profundo y comenzó a escribir este cuento hasta que encerró la maldición en la jaula donde debía estar. En ese trance vio al errante tendido en su cama mirando al techo pensando en que no debió entregar ese anillo, que la había dañado al hacerlo, sin embargo, ante esta visión ella no se dejó engañar nuevamente por sus anhelos, así que tomó el anillo y consultó a su maestra quien le indicó que para purificarse debía deshacerse de aquel objeto, que había dejado de ser sagrado para convertirse en maldito.

Encuentro consigo

Cuento: El anillo azul

Foto de Paulina Osnaya

Ella debía encender dos velas de lavanda la tarde del eclipse de sol, dejar en un recipiente con sal el anillo contaminado y meditar durante el tiempo que el sol estuviese oculto tras la luna. Luego, debía hablar y hablar sobre todo lo que sentía y quería, escribir y escribir, aventurarse de nuevo a recorrer el mundo sin el errante y poco a poco la mala energía de aquel amuleto que fue único y mágico, que ya no iluminaba sus días, que ahora era capaz de desatar su maldición, se convertiría en un recuerdo sin dolor. Su maestra le advirtió que nada de lo que hiciera curaría al errante, ni lograría que la volviese a amar, que debía continuar sin él y ella debía seguir luchando para no perder su brillo.

Hoy ese anillo parece no pesar, es un bello accesorio guardado en un cajón, esperando a que la mujer de ojos brillantes tenga el valor de abandonarlo en algún lugar, un lugar de esos que ahora recorre y descubre. Ella, ya aprendió a dominar su maldición, a veces logra reducirla tanto que da la impresión de desaparecer, otras veces regresa como en el peor momento, pero ya no se queda para arruinarle el horizonte. Ha aprendido que hay escritos mágicos, lo suficientemente fuertes para encerrar maldiciones ancestrales.

ESCRITO POR: Paulina Osnaya, Ciudad de México, 2024, Instagram @pau_osnaya

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