Maternidad, luces y sombras

La maternidad. Comenzaré preguntándote: ¿cuál es tu último recuerdo con tu madre? Y en este ejercicio de memorias y huellas, viene bien pensar ¿cuál fue tu primer recuerdo con ella? Seguramente para algunos será sencillo acordarse, y probablemente para otros no tanto. Con esto quisiera invitar a que nos acomodemos entre recuerdos para leer lo siguiente, pues nos será de ayuda tener nuestras experiencias lo más cercanas a la piel.

Luces y sombras de la maternidad

Foto por Sergiu Vălenaș en Unsplash

Los padres (o quienes cumplen con esa función), son los encargados de mostrarnos el mundo, son quienes nos enseñan a mirar, a dirigir nuestro oído, a saber la diferencia entre ternura y dolor, entre otras cosas. En este caso nos centraremos en la madre, quien tiene una relación especialmente cercana, ya que tiene el cuidado del recién nacido desde los primeros momentos fuera del vientre. Es ella quien tiene la función de leer la urgencia cuando un llanto de hambre o dolor aparece. Y en relación a esto, hay madres que parecen tener algún tipo de don escondido en el oído, saben desde el primer llanto la necesidad que tiene el niño o niña, y saber esto tiene una razón psicológica, puesto que implica un proceso que trataremos de clarificar.

Luces de la maternidad

Para que se den estos momentos en que la madre puede cubrir las necesidades del niño o niña, se tiene que identificar con él, nos explica Winnicott. Como psicoanalista, este autor nos ayuda a entender parte de las luces de la maternidad, estas luces implican que la madre procure el cuidado del infante, que tenga un interés por su integridad, además de los gestos de cariño y preocupación por él, lo que le permitirán convertirse en un sostén para el niño(a).

Pero ¿a qué nos referimos con ser un sostén?, imaginemos la angustia que debe vivir un bebé que llega al mundo, pues no conoce como funciona, no sabe que es lo que siente, ni que eso que siente es sentir, esto provoca que el niño(a) viva una angustia desbordada. Desde el psiquismo, no existe un yo, es decir, no hay una estructura que le permita hacer frente al mundo.

Foto por Ryan Graybill en Unsplash

¿Y cuál es la función que tiene la madre en estos momentos? Pues la madre siendo sostén, es quien le ayuda a digerir el mundo, se encarga de cubrir sus necesidades: alimentación, abrigo, aseo, cariño, atención, cuidados emocionales, etc. Como bebé está en desarrollo y su “yo” es incipiente, no puede hacerse cargo de sí mismo, la función de la madre es la de representar un yo auxiliar, es prestarle al niño(a) sus experiencias, su forma de conocer el mundo para que pueda conocer, moverse y apropiarse de el. A esto Winnicott llama un sostén adecuado, esencial en la función de la maternidad y que consiste en crear un ambiente para que el niño y niña puedan madurar.

Sombras en la maternidad

A la par de las luces también existen sombras en la maternidad, y es necesario puntualizarlas pues no todo es miel sobre hojuelas. Por un lado se encuentran los momentos difíciles que vive la futura madre: algunos momentos del embarazo, complicaciones en el parto y la crianza del bebé; pero sobre todo es importante señalar las obscuridades que muchas madres proponen, sin saberlo, en los procesos psíquicos de sus hijos.

Es importante señalar esto porque sino se cumple con una posición de sostén adecuado en la maternidad, el yo del niño que apenas se está formando, se encontrará con una conciencia prematura, donde no tiene la madurez suficiente para hacer frente a muchos sucesos de la realidad; pensemos por ejemplo cuando un niño pequeño debe cuidar de su hermanito, hacerse cargo y tomar la responsabilidad de otro no está dentro de sus capacidades aún, no está preparado para cambiar, alimentar, darle la atención suficiente para que no llore…no está preparado para ser un cuidador.

Foto por Kelly Sikkema en Unsplash

Por otro lado, están los momentos en que una madre muestra una actitud de rechazo hacia su hijo y tiende a frustrarlo, por ejemplo: no dejando que el niño(a) viva sus momentos de infancia, como el juego, el esparcimiento, etc. ¿Cuántos de nosotros no tenemos momentos parecidos en nuestra historia? Y aún cuando todos tenemos algo de ello, hay experiencias que rebasan la generalidad y se instalan en propuestas del lado de la perversión, que ahora no podremos abordar pero que a grandes rasgos tiende a invadir y controlar al niño, deshumanizarlo y absorberlo de tal manera que no se le permite ser diferente a lo que es la madre o lo que ella quiere.

Vinculo ambivalente

En toda relación de maternidad se genera un vínculo ambivalente, por un lado existe la vulnerabilidad y dependencia extrema del bebé con la madre, creando una relación de mucha intimidad entre ambos; por el otro, genera un vínculo donde el infante vive frustraciones continuas. Este vínculo donde el niño espera que su madre sea solo para él o ella, pone todas las condiciones para continuas decepciones, pues no puede ser de esta forma en la realidad. De estás decepciones nacen sentimientos de temor y odio; se teme que la madre lo abandone y la angustia por quedar desprotegido ante el mundo es mayor y se le llega a odiar.

Es importante explicar que se le llama vínculo ambivalente porque se encuentran los opuestos al mismo tiempo: amor y odio; se ama a la madre por su cariño, por su capacidad de brindar lo necesario para que el bebé esté bien, pero se le odia y teme en tanto tiene la posibilidad de hacer con el bebé lo que ella desee, las decepciones que surgen ante la imposibilidad de ser todo para el niño(a). Recordemos que el infante no conoce el mundo, no sabe que cuando su madre va al baño regresará, para él esos segundos de ausencia son dolor auténtico que parece no tener fin; y durante la infancia estos momentos se dan con mucha frecuencia.

Experiencias

Así, en la medida en que tengamos diversas experiencias con nuestra madre se generarán huellas que nos harán verla más con una imagen buena o con una imagen mala. Hay que tener en claro que la relación con la madre tiene la suficiente fuerza de marcar nuestras forma de estar en el mundo y de relacionarnos con los demás. Particularmente la forma en que se sustenta la relación madre-hijo(a) tiene su origen en las vivencias con nuestra propia madre, tanto si se tiene una imagen mala, que puede verse con actitudes hostiles y agresivas hacia el hijo, provienen de frustraciones infantiles; si se encuentra más del lado de la imagen buena, el sostén y cuidado no generará frustración y permitirá un espacio de madurez para el niño o niña. Esto puede ser un inicio para pensar nuestra propia historia, pues las respuestas y soluciones se encuentran enterradas entre huellas antiguas.

Espero este artículo haya sido de tu interés, así como capaz de esclarecer algunas dudas, pero sobre todo, generar unas cuantas más. Te invito a que nos acompañes con tu lectura para los siguientes artículos así como cualquier duda o comentario en psicoanálisis@kathartiko.com. ¡Hasta el próximo artículo!

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Referencias:

Landero, M. (1976). Maternidad y sexo. Estudio psicoanalítico y psicosomático.                                Editorial Paidós: Argentina

Welldon, E. V. (). Madre, virgen, puta. Un estudio de la perversión femenina. Editorial                        Psimática: España

Winnicott, D. (1998). Los bebés y sus madres. Editorial Paidós: México

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